jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Quién es el Papa, papá?

Con esta pregunta directa mi hijo de 5 años me fulminó el pasado domingo mientras contemplaba atónito las imágenes televisivas del Papa paseando en su “papamóvil”.
¡Cielos! ¡Qué le voy a decir! Se me ocurrió aventurar en broma “es el Santo Padre”, pero la mirada perpleja que me dirigió no fue menos inquisitiva que la pregunta. “Es algo así como el padre de todos los cristianos (no quise decir católicos, para no meterme en el lío de explicar los sucesivos cismas históricos del cristianismo): les guía… y les riñe como un padre a sus hijos”.
“¿Y por qué dicen Papa, como los gitanos, en vez de Papá?”, me soltó. “También en el pueblo de mamá dicen papa –le aclaré-: se puede decir de las dos formas.” No quise ponerme repolludo y explicarle que en realidad en castellano lo correcto es papa, como le oí decir un día al erudito Pancracio Celdrán, ya que papá es una forma relativamente reciente introducida por los afrancesados de la corte a principios del siglo XIX. En efecto, en castellano predominan las palabras llanas –mientras que en el francés las agudas-, de ahí que en los versos que acaban en aguda se añada una sílaba, y que en los que terminan en esdrújula, se reste: para convertirlas en llanas.
En todo caso, agradecí que el asunto derivara hacia cuestiones filológicas, y evitarme así la surrealista explicación de que el jefe de un club de solteros –que, no obstante, reciben el tratamiento de padres-, se hace llamar Papa. (Claro que el primero de todos, San Pedro, parece que sí estaba casado, pues el evangelio cita a su suegra; de su mujer y su posible familia, más que probablemente abandonada por mandato evangélico, nada sabemos.)
“¿Y quién es la Mamá…o, mejor dicho, la Mama?” La cosa se estaba poniendo interesante. Desde luego, no podía responderle con “la Santa Madre Iglesia” porque seguramente me preguntaría a continuación cómo es que un edificio puede ser madre de alguien, y entonces tendría que introducir a mi hijo en nociones sociológicas y teológicas muy poco aptas para menores…Menos adecuadas aún serían las referidas a la Virgen María, donde entraríamos en asuntos ginecológicos de gran envergadura, pues no sólo está la insólita cuestión de la virginidad, sino que a ello se añade el que María -al fin y al cabo una mujer- fuese proclamada no ya la Madre de Dios, sino, literalmente, La Madre que Lo parió, a Dios, ya que eso significa literalmente el término Theotokos, adoptado por la Iglesia en el siglo IV. Así que, huyendo de tan escabrosas consideraciones, me limité a decirle: “Se murió hace por lo menos 2000 años”, sabiendo que, en efecto, la Diosa Madre fue por entonces destronada del Olimpo, pese a los agónicos intentos de algunos cristianos heterodoxos por resucitarla –estas cuestiones las he ido mentando en mi otro blog, ECOS Y SOMBRAS, y en breve les daré un desarrollo inesperado-.
“¿Y por qué lleva faldas? ¡Tiene un sombrero muy grande!”, comentó. Estuve a punto de cometer la pedantería de decirle que vestía como un chamán, pero descarté el término antropológico y pensé en sustituirlo por el de brujo. Aunque éste último personalmente me parecía bastante idóneo, en su acepción peyorativa, para referirse a un personaje con un rostro y un oficio tan sibilinos, al final acabé diciendo: “Es algo así como el mago Merlín”, refiriéndome a la película de Disney. 
No parecía muy conforme, y siguió preguntando: “¿Por qué va metido en una pecera?” Aprovechando el tema de la magia, pero pensando más en David Copperfield que en Merlín, le contesté: “Para hacer trucos de magia”, como conseguir –pensé para mí- que, después de pronunciar contra el gobierno y los ciudadanos españoles todo tipo de conjuros y maldiciones, este Estado supuestamente aconfesional siga soltándole a los secuaces de Su Santidad 6.000 millones de euros anualmente.
“A mí no me gusta el Papa”, sentenció mi otro hijo, el pequeño, que va a cumplir 3 años. Le iba a soltar una burrada como “no le gusta ni a Dios”, pero me conformé con decirle: “A mí tampoco”.

2 comentarios:

cornix dijo...

Totalmente memorable!!! Yo soy partidaria de la comparación estructural entre la estética del Papa y las carnosas sublimes del Bel Canto, pero debo reconocer que lo de la pecera todavía me tiene enfrascada en profundas reflexiones antropológicas...
Mónica

Anónimo dijo...

Sabias palabras las de los niños con su lógica tremendamente intacta. Y acertadas respuestas de una mente irreductible.
Besos animados.

Publicar un comentario